jueves, 9 de junio de 2011

...tu también disimulas?

Hoy decía un buen amigo que se pasaba los días disimulando, y me ha hecho reflexionar (os dejo abajo el enlace a su entrada del blog). Todos disimulamos en mayor o menor medida, la mayoría casi inconscientemente como parte de nuestro “personaje”, ese que proyectamos hacia los demás, pero que no pocas veces consigue convencernos tanto a nosotros mismo, que nos convertimos en ellos. El disimulo, en mi opinión, es un recurso social, de puertas afuera. Como todo en la vida, usado con cierta moderación puede ser bálsamo que no hiera sensibilidades, pero tornado en hábito puede alimentar un monstruo que algún día se vuelva contra nosotros. Si miramos para dentro el disimulo no tiene cabida, y el reconocimiento de esta actitud nos puede provocar cierta amargura, pues no es otra cosa que el autoengaño. Para quién no entiende que dentro de él puedan existir dos “personalidades” diferenciadas, la que nace del alma y la que dirige el ego, esa sensación de autoengaño le puede iluminar en el concepto. El ego provoca el autoengaño, el alma siente la amargura de la traición a uno mismo.
Hacia fuera ocurre algo similar. Cuando el personaje nos supera nos vemos “disimulando” ante personas que no lo merecen y llega la amargura. Otras veces nos gusta tanto el personaje, tan cómodo y poco exigente ante la honestidad que nos encerramos en él y enclaustramos nuestra vida a unos muros sociales que provocan dentro una pérdida de identidad.
Como en la mayoría de las cosas, en el equilibrio está la virtud, pero si dudas, decide si prefieres la comodidad de la opereta o el desafío de la verdad. Uno te da la paz en el momento, el otro quizá toda la 
vida.



imagen de graciagamboa.blogspot.com

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