martes, 30 de noviembre de 2010

...coaching en "el clásico" de fútbol

Guardiola y Mourinho . Reuters
Ayer los dos equipos llegaban como si estuvieran en igual situación. Es mérito de sus entrenadores. Los dos hicieron parecer lo mismo justo hasta el comienzo del partido, los dos por necesidad y estrategia, aunque con motivos muy diferentes.
Uno, llegado hace poco y con tremendas urgencias, necesitaba aglutinar egos insatisfechos, anteriormente derrotados, y conformar un equipo sólido. Para ello, insufló seguridad, autoconfianza y hasta cierta estridencia para marcar un estilo que contagiar, para crear un bando, una sola misión, un gran desafío en el que todos ir a una. Era tal la urgencia, que tuvo que lanzar y lanzar mensajes que no hicieran otra cosa sino crear una autoestima colectiva positiva, aunque como vimos ayer, inestable.
El otro, con el tiempo anterior suficiente para conformar un estilo consolidado y con el que había alcanzado la excelencia, sólo tenía un objetivo que alcanzar con su grupo, posiblemente el más difícil en el mundo del deporte (y en el profesional... y en la vida): mantener el nivel de compromiso y de ilusión cuando has conseguido todo aquello que un día te marcaste conseguir. Para ello, aprovechó a la perfección los mensajes que desde la esquina contraria el entrenador con urgencias lanzaba al exterior y lo convirtió para los suyos en aquello que más necesitaría para afrontar de nuevo un año de compromiso y de duro trabajo. Encontró el desafío. Y supo gestionarlo con maestría, manteniendo el estilo marcado para él y para los suyos, para todo aquel que pueda reflejarse en su figura. Humildad pero seguridad en las propias capacidades. Disfrute a través del sacrificio. Aprovechamiento del talento desde una vertiente humana. Respeto profundo al rival como la mejor manera de encontrar el respeto para uno mismo. Encontrar cada día nuevos motivos para sentir que una victoria es un paso más hacia la gloria y la excelencia.
Los resultados, a día de hoy son evidentes. Quizá pudiera parecer que hay un claro vencedor y un claro derrotado, y sólo lo es así, pero sólo en parte... mucho menos de lo que parecía. Del vencedor, nada que decir, un paso más en una gestión perfecta de un grupo privilegiado. Una propuesta de trabajo inicial a través del disfrute mediante compromiso y con el objetivo de la excelencia en el juego, y posteriormente una consolidación del nivel de competencia y de la motivación mediante desafíos nuevos que ha sabido gestionar dándoles la suficiente importancia como para que resultasen fundamentales en la vida de su grupo. Del vencido, seguramente un punto de reflexión para los suyos y un nuevo desafío de coach en la gestión del talento, de los miedos, de la confianza ante el eterno rival. Pero creo que es justo decir también que el riesgo tomado inicialmente por éste último, y la estrategia basada en duro trabajo y quizá cierta agresividad del mensaje ha provocado una revolución en el equipo que no descarta un gran desempeño para el resto de temporada... si el coach consigue mantener unido los egos, le da estabilidad a una autoestima positiva para el equipo y, sobre todo, consigue recuperar una autoconfianza que seguramente hoy no es más que un profundo mar de dudas.

lunes, 22 de noviembre de 2010

...el cuento de Burtak

Hola, me llamo Burtak. Quiere decir “anillo de luz” porque según me contó mi madre, cuando nací el cielo estaba despejado y la luna, que momentos antes lo iluminaba todo, se fue apagando hasta sólo quedar un luminoso anillo alrededor de ella.  Dentro de poco voy a cumplir ocho años, y como es tradición en nuestro poblado, debo preparar un cuento que explique mi vida. Este cuento deberá ir creciendo cada cuatro años y será finalmente la historia de mi vida, la que contaré a mis hijos y nietos como yo he conocido la de mis padres y mis abuelos.
Aún no sé qué soy,  aunque yo creo que soy un futuro cazador y guerrero. Mi padre fue cazador  y también mi abuelo, y dicen en la tribu que eso es algo que pasa de generación en generación, pero aún es pronto para saberlo. Mi madre me ha dicho que llegará un momento donde se descubrirá el enigma, en ese momento mi mirada dirá si la naturaleza decidió que yo también siga la tradición de mi padre. Creo que es cierto. Cuando me fijo en la mirada de mi padre veo cosas que otros hombres del poblado no tienen. No necesita levantar la voz ni hacer gestos para que todos le escuchen o para que le sigan. Aunque somos un pueblo pacífico, algunas de las historias que oímos del pasado hablan de fuertes batallas donde nuestros guerreros consiguieron mantenernos con vida y conseguir el respeto de los demás poblados y de su gente.
Mientras llega ese momento, mis días son parecidos. Me levanto por la mañana y saludamos al sol. Agradecemos el calor que nos proporciona y que haga crecer a todos los seres de la naturaleza. Salimos de la tienda, cerramos los ojos, miramos hacia arriba y le sonreímos. Después de eso comemos algo y voy a por agua. Tengo que andar mucho tiempo para llegar al pozo de donde la conseguimos, pero es un camino divertido, sorteando árboles y animales del bosque, y siempre vamos varios niños y una o dos madres que cuidan de todos. Aunque jugamos y reímos, los mayores no nos dejan entretenernos demasiado ni cansarnos con carreras porque saben que la vuelta es dura, cargados con las tinajas de agua,  y nos costaría mucho llegar.
A la vuelta, el sol está en todo lo alto del cielo, mi padre llega de cazar y comemos todos juntos. Es un momento divertido para mí. La cabaña está fresca aunque fuera hace calor, tomamos agua con caña de azúcar y mi abuelo siempre cuenta las mismas historias, divertidas y espectaculares de sus grandes hazañas de guerrero, algunas de las cuales yo creo que son inventadas, porque mi padre lo mira con cara extraña cuando las va contando en voz alta, casi representando la escena con sus manos, aunque no le dice nada porque es una persona mayor y sabia, y en el poblado, estas son las personas más admiradas y queridas.
Después de comer todos juntos, los niños vamos al interior del bosque con algunos de los hombres de la tribu. Nos enseñan a marcar el rastro en una caza, a conocer que plantas no podemos comer ni aunque tengamos mucha hambre, y cómo respetar a los animales y plantas que nos rodean, sobre todo si los hemos tenido que cazar o recolectar para darnos alimento a todos nosotros.  Cuando sea mayor, me gustaría enseñar a otros niños de la tribu todos estos secretos, pero antes deberé aprender bien, y conocer finalmente mi sitio en la tribu.
Cuando cae el sol y la luna aparece el poblado entero se reúne y comparte alimentos conseguidos en el día. Unos se comen entre todos, mientras unos y otros van contando historias de lo sucedido en el día o de las noticias que llegan de otros poblados, y otros se guardan para la comida de mañana. Todos los jóvenes esperamos que haya noche sin luna, porque entonces encendemos una hoguera y después de comer, hombres y mujeres se ponen máscaras y diferentes ropajes y escenifican historias que forman parte de los cuentos de la vida de otros miembros del poblado… algunos aún vivos, y otros que se fueron a fundirse de nuevo con el bosque y el universo pero que siguen quedando entre nosotros a través de ese cuento que comenzaron, como yo, cuando tenían ocho años. Cuando añada más cosas a este cuento, os lo sigo contando.

sábado, 20 de noviembre de 2010

...valores

Me gustaría transmitir valores a la gente joven, pero no sé cómo. Hay veces que pienso que una charla de dos horas no puede cambiar a nadie, eso lo tengo claro. De hecho, nada puede cambiar a nadie sino uno mismo, pero al menos hay que conseguir provocar la chispa, remover algo dentro, hacer que todo comience. Si eso se consigue en uno de cada mil chicos, será un gran éxito, pues él podrá influir a muchos más que un simple conferenciante por muy bonita que sea su presentación.
Otras veces pienso que la clave está en que los padres tomen conciencia de qué tipo de valores son los importantes, los que hay que potenciar en los hijos antes de que el día a día nos impida competir con el resto de sus amigos, los videojuegos y la televisión. Hay cuatro o cinco años para poder canalizar ese libro en blanco que son de pequeños con un inicio de historia que garantice un final feliz para ellos. A partir de ahí, lo demás son borrones, intentos con grandes esfuerzos y pequeñísimos cambios posibles, sólo realizables si llegan en el momento oportuno, cuando el joven ha sufrido y necesita un nuevo rumbo, o cuando la insatisfacción abra una nueva ventana para dejar entrar una nueva manera de hacer las cosas. Demasiado complicado para que unos padres con el ritmo actual de vida tengan muchas posibilidades. Tiene que ser mucho antes.
El único problema ahora es: ¿Tienen los padres valores? En la mayoría de los casos, creo que los valores que se han fomentado en los últimos 20 años no han sido los mejores. Una actitud revolucionaria hacia el tipo de educación que esos padres recibieron de los suyos los ha llevado al otro extremo y en línea con una sociedad que no puede decir “no” a nada y dónde la presión viene con la comparación con el resto y no con tus verdaderas necesidades.
Si con los jóvenes de hoy lo veo difícil, con los padres de esos jóvenes de 18 años lo veo imposible. Puestos a emplear esfuerzos, mejor miremos al largo plazo y comencemos con los jóvenes. Podremos ayudar a que alguno de ellos sea un padre diferente, esperemos que mejor, en el futuro. 

jueves, 18 de noviembre de 2010

...basura

Nos empeñamos en tragar basura.  No hace falta comerla, entra por los ojos, por los oídos, la puedes encontrar prácticamente en cualquier lugar. La basura encumbra princesas de pueblo que serán los próximos muñecos rotos con los que seguir creando basura. Viene envuelta en brillantes diseños y glamour desbordado. También la puedes encontrar en los políticos ambiciosos. Los que aparecen en televisión para desparramar la basura en todas las casas y también en ese de tu pueblo, de tu barrio, que sabe esconder la basura debajo de tu alfombra sin que te des ni cuenta, dándote la mano con una sonrisa al mismo tiempo. También son basureros muchos periodistas que dedican más tiempo a analizar la audiencia de su último “reallity” que en dedicar minutos a difundir el horror que viven otras personas en la miseria y entre la única basura real e inevitable por la complicidad de todos. La mayor basura es la moral, y casi siempre la provoca el dinero. La ambición nos mantiene encerrados en basureros controlados, donde nos hacen ver que nuestro destino en este mundo es seguir remando, sin saber dónde va este barco, sin saber por qué… sin ni siquiera tener muy claro si estamos en este barco porque queremos, o porque nos han dado ya tanta basura que ahora no podemos vivir sin ella.  Ni se te ocurra decir que no te gusta la basura. Serás señalado, criticado, ninguneado, apartado. Nadie entenderá que cierres tus ojos y tus oídos a la mierda que nos hacen ver y oir, que no comas la porquería que te quieren dar o que quieras salirte de ese barco y cultivar otros alimentos, más honestos, más sanos, más puros.  Si haces un poco de fuerza, si varios personas de tu alrededor empiezan a entender que todo no es más que una sucia conspiración, un vil plan de unos pocos que viven mucho más arriba de donde el olor de la basura llega (en casas acondicionadas frente a los olores y la suciedad, donde en sus jardines crecen árboles donde fructifica la riqueza y el dinero, el poder y la ambición), si tu voz consigue esto,  te convertirás  en alguien peligroso, y es posible que mucha más basura caiga sobre ti. Hay una solución. Todos la sabemos y está a nuestro alcance.  Deja de tragar basura y recuerda que tus hijos copian todo lo que tú haces, piensa qué quieres para ellos. No se lo merecen y además, pueden sacarnos a todos de este basurero para siempre si nosotros damos el primer paso, educándolos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

...era ella (y fin)

¿Qué podría hacer ella aquí? Tantas veces comentaron sus historias de Sevilla, sus fines de semana de hermandad con los amigos, la sensación de que esa ciudad era algo más para él que un destino de movidas juveniles… que quizá ahora, años después, se había decidido a verla con sus propios ojos. ¿Pero justo ahora? ¿Justo en este momento que yo paso por aquí?... es que aún el destino me reserva un nuevo golpe, un poco más de dolor… se me hace tan difícil pensar en una segunda oportunidad.
Iba sola, eso sí. Al menos podría hablar con ella con tranquilidad, saludarla, tomar un café por los viejos tiempos. Quizá, si su corazón no se aceleraba y conseguía verla como una vieja amiga podría darle un paseo por la ciudad, descubrirle esos rincones que sólo alguien que vive aquí conoce y puede disfrutar. Pero es que es Ella...
No eran momentos de pensar más, y dejó que el instinto lo guiara. Y el instinto lo tenía claro. Salió acelerando el paso en dirección a donde ella iba caminando, y terminó trotando a su encuentro con el temor de poder perderla de vista. Conforme se acercaba su cabello rubio brillaba más, su forma de moverse le traía más recuerdos, su vida iba y venía como en uno de esos thrillers donde no te enteras de la película hasta que todas las partes se unen al final.
Llegó lo suficientemente cerca para tocarle el hombro mientras terminaba la carrera y mientras ella se volvía él le dijo en un perfecto danés: “¡Hola Hanika! ¡me parece increíble encontrarte aquí!”. Ella, girándose hasta quedar de frente, le miró a los ojos y le dijo con una mueca divertida: “perdon me? I don’t understand”. Patrick quedó petrificado. Jadeando por la carrera, totalmente desorientado al ver una belleza como aquella, pero no la belleza que él esperaba encontrar, aunque eso sí, muy feliz de que en su país el inglés fuera un idioma casi tan usado como el danés.
Sonrío y le dijo: “Perdona, pensaba haber visto a una vieja amiga, venía corriendo antes de perderla por si le apetecía tomar un café. Espero no haberte molestado”.
La joven, aún sonriendo y con cierta ternura al ver la cara avergonzada de Patrick, le respondió: “Bueno, creo que un café en una terraza cerca del Guadalquivir pagaría con creces este malentendido, ahora iba caminando para allí”.
“En el fondo no me había confundido, es Ella”  Pensaba Patrick sonriente mientras el sol reflejado en el Guadalquivir le hacía cerrar un poco los ojos y la imagen frente a él, difuminada, sólo podía ser la de un ángel, su ángel. 

martes, 16 de noviembre de 2010

...era ella (1ª parte)

Patrick paseaba frente al Prado de San Sebastián. Era uno de esos típicos días de otoño que parecen quitar sentido al tópico de la estación. Sol, luz, y muchos árboles aún saludando el pasear de todos los sevillanos que, un sábado más, se resisten a caer en las garras de una vida dirigida por el reloj. Llevaba la mente perdida, sintiendo simplemente como la cara se templaba con los rayos del sol, como su cuerpo sentía un bienestar casi purificador. Prácticamente no recordaba cuándo llegó definitivamente. Había habido algunos viajes previos, fines de semana de amigos dispuestos a un chárter de ida y vuelta y a quemarlo todo por las calles de Sevilla, otros también después de que su mejor amigo pasara unos años por la ciudad viviendo una aventura amorosa con una joven andaluza que estudiaba en la ciudad. Grandes momentos y una experiencia cercana que le hizo reflexionar sobre la posibilidad de que dos personas culturalmente tan diferentes puedan mantener algo más que una atracción desenfrenada. Después de que su amigo volviera a casa con un español típico de “guiri” y un corazón destrozado, todo contacto desapareció con esta ciudad. A pesar de todo, Patrick siempre había sentido algo muy profundo cuando pisaba sus calles, cuando reía en sus bares, cuando el sol no era más que un duro correctivo después de una noche de alcohol y chicas morenas ávidas de chicos extranjeros. Había una conexión especial con esa ciudad.
Paseaba frente a la antigua Fábrica de Tabaco cuando el sonido del tranvía le hizo despertar de todo ese devenir de pensamientos. Se giró levemente para evitar su trayectoria, aunque no fue necesario porque antes de llegar a su posición el tranvía paró. Es de esas veces que sólo giras la cabeza, que no llegas a fijar la mirada, pero la imagen llega con una nitidez fuera de lo normal. Era ella.
Habían pasado ya tres años, ahora sí podía recordarlo. Era un Otoño frio en Dinamarca y el calor provocado por los calentadores de gas en las terrazas de los pubs intentan hacer más soportable la llegada del invierno. Todos los fuegos se encendían menos uno, el de ella ya se había apagado para siempre. Sólo dos semanas después Patrick llegaba a Sevilla, sintiendo que todo lo vivido era una señal que requería algo más que una recuperación, una total purificación.
Tres años, cierto, habían pasado tres años. Es curioso como las fechas quedan grabadas a fuego cuando son tan dolorosas, mientras que a menudo olvidamos aniversarios, cumpleaños, y la mayoría de aquello que nos provoca felicidad.
Estaba claro que lo había superado, no había añoranza, ni pena, ni atracción, pensaba él, pero ese deseo que sentía por ir corriendo hasta ella, esa figura de ángel moviéndose lentamente hacia el Hotel Alfonso XIII, se empeñaba en decir lo contrario...(continuará)

sábado, 13 de noviembre de 2010

...qué quieres ser?

Siéntate un rato y deja por una vez que el tiempo se aburra de esperarte. Coge lápiz y papel y déjalo frente a ti. Ponte cómodo y disfruta unos minutos sabiendo que no tienes absolutamente nada que hacer. Nada excepto sentir que estás allí, tranquilo, respirando. Durante este rato no pensarás en nada más que en ti. No hay amigos, familia, y mucho menos enemigos o problemas. Eres sólo una persona en calma, que reconoce y observa su respiración y que con cada inspiración va consiguiendo acallar esa corriente de pensamientos que normalmente inunda nuestra mente.
Vamos dejando ese torbellino de pensamientos y transformándolo en un lago en calma donde la paz, el bienestar y la relajación ha ocupado toda tu mente. Un lago de imperceptibles olas a ritmo de tu respiración, haciendo sólo un suave ruido de olas que no llegan a romper y solo pasan suaves de largo bajo el reflejo de la luna. Estás tranquilo, en calma, respiras...
Ahora toma el lápiz y anota en ese papel todo aquello que quieres ser o tener. Planifica el tipo de persona en que te quieres convertir a partir del conjunto de cosas que deseas. No tienen por qué ser cosas materiales, pero podrían serlo. Te darás cuenta que cuanto más sereno y en paz estés, cuanto más hayas conectado con tu ser interior y hayas conseguido acallar ese ego social que nos han ido implantando, menos materiales serán tus deseos; pero no te preocupes si aún así lo son.
Cuando hayas anotado todo, vuelve a leerlos detenidamente y trata de descubrir qué sensaciones se producen en tu interior conforme los vas recreando brevemente en tu mente, en esa mente aún en paz. ¿Hay alguno que al leerlo de nuevo te parece que realmente no es propio de ti, que no te reconoces en él? Si es así, bórralo.
Una vez hayas terminado la revisión, respira y sonríe. Cierra los ojos y busca de nuevo ese lago en calma donde los pensamientos no enturbian nada. Respira e imagina ahora cada uno de tus deseos como objetos o palabras que surcan el cielo, entre el lago y la luna, y explotan como fuegos artificiales, uno tras otros, dejando unos rayos de luz que se entrelazan y lo iluminan todo, transmitiendo alegría, paz y felicidad.
Abre los ojos. Sonríe y siéntete afortunado por haber conseguido ese momento de paz y de armonía. Guarda el papel y repite este ejercicio periódicamente usando la misma lista.
Solo marca aquello que hayas conseguido y tacha lo que ya no sea importante para ti. Añade tus nuevos deseos desando siempre que tu auténtico "yo", ese que sólo aparece en la paz de tu soledad cuando contemplas ese lago carente de ego y de presiones impuestas, sea el que dirija tus verdaderos deseos, tu camino, tu vida. Es sólo el principio. El resto sólo tú lo podrás comprobar.

jueves, 11 de noviembre de 2010

...poesía

Ayer me regalaron un libro de poesía. Hacía años que no leía uno. Ser "de prosa" no es una actitud, sino una elección, o quizá la conciencia de donde están tus fronteras, al menos las actuales. De todas maneras, que fantástica es la posibilidad de que existan ambas.
La prosa no es acomodada, tiene rectas interminables que te relajan o te absorben, pero también giros cerrados que te hacen pisar a fondo el freno y de nuevo acelerar con determinación. La continuidad no implica cobardía, sino todo lo contrario. Se enfrenta a pecho descubierto a la hoja blanca interminable con el desafío de rellenarla transmitiendo emoción. Pero hoy hablo de poesía.
La poesía es la discontinuidad en el texto a cambio de tenerte permanentemente agarrado el corazón. Son picos escarpados y valles profundos a ritmo de una respiración. Hay que tender puentes y encontrar atajos para no caer en sus desfiladeros de líneas abruptas y cortadas por una estructura definida, a veces, con la propia indefinición. Es el juego de tu mente y de tu corazón, el dialogo entre ellos buscando sumergirse en ese sendero de tinta negra para emerger en la mente del escritor, para encontrar sus razones, sus sentidos, la piedra filosofal de su imaginación.
 La poesía es juguetona, burlesca, se ríe de tí y sólo conecta si le abres tu interior; sino se vuelve arisca y seria y pasa de puntillas por delante de tu casa, dejándote impasible y con la sensación de que no será nunca más tu elección.
La poesía es ancestral, prehistórica, mántrica y visceral. Es el ritmo que sincroniza una parte de tu vida, la oración de la mañana de un modesto predicador. Es el jugo para la memoria, el abrelatas de las emociones de antepasados y de nuestros nietos, de todos aquellos que decidan que quieren ser hermanos de su yo interior.
La poesía, en resumen, decidió no contar historias que provocaran risas y lágrimas, y optó directamente por imprimir las lágrimas en el papel, y dejarlas secar al calor de las sonrisas más sinceras, no provoca emociones, es la pura emoción.

Felicidades sr. Parra por su primer libro de poesía a la edad de jubilación. Gracias por compartir sus sonrisas y sus lágrimas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

...cada día una nueva vida

Si en muchas ocasiones decimos que la vida de cada persona es en sí todo un universo, creo que también podríamos considerar que un día cualquiera puede ser toda una vida. Marcamos ciclos internos con la referencia de la vida y la muerte como límites infranqueables (no seré yo ahora el que elucubre o teorice sobre aquello que pueda deparar el momento después a esa parte de energía que considero el auténtico ser de cada uno de nosotros), pero igual que los Mayas contaban de doce en doce, y nosotros marcamos nuevos pequeños puntos de reflexión al cumplir años, volver de vacaciones o estrenar nuevo año en el calendario; con actos de fe y renovados votos para nuestra vida, creo que cada día ofrece una fantástica oportunidad, con una periodicidad perfecta para ir viviendo una vida renovada y completa con cada salida del sol.
Si partimos de la base de que cuando somos plenamente conscientes de lo que ocurre en nuestro interior, el tiempo marcado por el reloj deja de ser quién marque el ritmo, y los días vividos en plenitud sentimos que duran más de 24 horas de reloj porque son atemporales (ni que decir sobre los que no vivimos en plenitud… que son directamente interminables) el día puede ser ese periodo suficiente para poner en marcha todo aquello que deseamos hacer.
Es tiempo más que suficiente para comenzar proyectos, para darles un paso más, para afrontar miedos e ir rompiendo con el pasado. Es el periodo perfecto para mirar adelante, saber que hay un camino que nunca te atreviste a frecuentar porque te veías incapaz de hacerlo, y decidir que hoy sí que será el momento de superarlo y dar el primer paso.  Puedes convertirte en un gran deportista rompiendo las fronteras de tus propios límites, las más importantes…también para eso da tiempo de sobra, para hacerlo, y para saborearlo después.
Sí, puedes hundirte en el dolor y la desesperación, puedes levantarte pensando que ese día mejor no vivirlo y deseando que el edredón te envuelva y no te permita salir. También nuestra vida pasa por esos días… quizá a veces merecemos y debemos tenerlos. Pero, ¿por qué más de un día? Tenemos todo un día para lamer heridas, lamentarnos del dolor, pensar en la desgracia y en la mala suerte y todo aquello que necesitemos hasta tener conciencia de qué ocurre en nuestro interior. Luego llega la noche y el universo nos da una nueva oportunidad, un nuevo amanecer, nuevas energías y un mundo alrededor lleno de vida, de alegría y de oportunidad. Lleno de personas que nos quieren y de personas que nos muestran, solo con una mirada, la tremenda fortuna que tenemos de no vivir sus dificultades. Es un momento para mirar al cielo, ver salir el sol, y empezar otra vez, una nueva vida.