jueves, 5 de agosto de 2010

...conquista

En ocasiones da la sensación de que intentamos conquistar el mundo dejándonos el lugar más preciado en total abandono: nosotros mismos.
Es más, muchas veces no simplemente lo olvidamos, sino que directamente lo profanamos y pisoteamos en busca de algo, en teoría, mucho más importante.
Sin armonía ni equilibrio en tu vida, no hay conquista duradera, es decir, no hay conquista alguna pues conquistar no es llegar y agarrar, sino que es conservar y mantener después. Y sin la participación del alma, sin la sensación de que aquello que conquistamos enriquece nuestra alma, saldando ilusiones previas profundas, no hay armonía ni equilibrio.
Hoy es muy sencillo poner un velo sobre el alma, aislar su voz, y seguir otros caminos. Nos han condicionado y enseñado a eso. Nos han transmitido a través del miedo un escenario de dolor que sólo se puede vencer, en teoría, con conquistas materiales que sólo algunos nos pueden decir cuáles son.
El alma aparece en una urna de cristal templado que lo aisla del individuo y no le permite mostrar el verdadero camino de la conquista.
El primer objetivo debe ser la liberación. Y no la del alma, porque ésta no es confinable, sino la de nosotros mismos. La liberación que nos permita una conexión profunda con nuestro ser. Con esa conexión especial que nos mantiene VIVOS (con mayúsculas) en el camino de la realización real y no de la que nos impusieron.
En ese recorrido, en ese territorio de conciencia profunda no tiene sentido la conquista del mundo, porque somos dueños de todo; o mejor dicho, somos parte de todo, de un todo Universal.
Venimos de la nada, de un milagro de energía e intención, de una voluntad correspondida... y allí volveremos. Nadie conquista aquello que ya posee ni nadie defiende nada si comparte todo con el resto de fuerzas de la naturaleza.
Cuando entendamos que todos somos UNO, y que todo lo que existe forma parte de él, dejaremos de tener ansiedad por una conquista ficticia y frustrante.

1 comentario: