sábado, 4 de febrero de 2012

... surcando los cielos.

Un rugido... y estás en el aire. Flotas, te suspendes, el cielo queda tus pies. La vida al revés. Los pájaros miran hacia arriba tratando de asimilar lo poco natural de su visión. Las nubes recogen sus enaguas para no entorpecer tu camino airoso,potente,decidido. Otras tratan de ocultar a las nubes más jóvenes como esperando sacrificarse por ellas ante tanta polución.
Mientras tanto, el tiempo se detiene y no parece tener ganas de avanzar. Los momentos se hacen eternos y llega a parecer que el encierro dura horas y más horas...hasta que reaccionas y ves que es verdad. Te das cuenta de que ese vuelo que parece un momento puntual entre dos estados, una mera transición, es todo lo contrario. Se convierte en una brecha en el tiempo que te atrapa y te hace pensar. Mucho. Puedes imaginar por qué las aves pueden sentirse amenazadas por la supremacía de los cielos frente a un tubo de hierro cargado de esclavos. Ahora esos esclavos ya no son golpeados, ya no malviven, ya no exprimen sus vidas por un trozo de pan y el único objetivo de pasar vivos un día más. Ahora es el miedo a bajar un estatus de vida el que, con singular sencillez, los hace separarse de su familia, viajar durante horas apretados unos contra otros. Mientras, los que promueven ese miedo, los que han promovido primero cual es la clase social a la que se supone que debes llegar, se quedan en casa recibiendo los beneficios de este juego singular.
Más irónico es aún conocer que algunos de ellos han descubierto el juego, saben que pueden escapar de él cuando quieran, pero esas alambradas invisibles les impiden dar siquiera un paso en la dirección adecuada.
Mientras, el águila, la gaviota, el gavilán, apartan sus ojos de ese infernal aparato metálico. Miran a sus crías y les piden que oculten sus cabezas en el nido para que sus oídos no queden dañados para siempre ni su incipiente plumaje se impregne de los desechos de la combustión. Ellas les miran, sin entender nada. Sus padres tampoco. No acabaron de ver el momento en que esa especie nacida como todas las demás tomó conciencia de que la vida no es un paseo maravilloso por el que discurrir, impregnando de amor y de vida, sino una carrera contra todos donde la ambición y el egoísmo llega incluso a superar los límites de tu propia familia, de tu propia sangre. Afortunadamente, el día que ese veneno se esparció en la tierra, ellas andaban surcando los cielos.

1 comentario:

  1. Felicidades... veo que sigues escribiendo, filosofando...genial!!!!
    Un abrazo,
    Mercedes

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