domingo, 3 de octubre de 2010

...tesoro?

Él volvía del "downtown" cruzando el río. Normalmente un paseo por esta zona de Chicago era un verdadero placer para la vista, pero más aun si se estaba celebrando "St. Patrick's Day". La ciudad y sus edificios reflejando el verde irlandés y un río teñido también de verde creando un efecto espectacular.
Pero el día tenía otra gran noticia, un delgado aparato metálico que cumplía el sueño de un apasionado de los "gadgets" como era él: un flamante Ipad que sostenía en su mano derecha como un nuevo tesoro en la era moderna.
Caminaba absorto, no veía las luces, ni el río casi fluorescente, ni las cientos de personas que se cruzaban junto a él. Sólo veía ese fin de semana que le esperaba, instalando aplicaciones, deslizando sus dedos por esa pulida pantalla táctil, acariciando su perfil metálico satinado como su fuera la piel de aquella novia italiana que nunca pudo olvidar.
Claro que estaba la familia. Para una familia de origen irlandés como la suya este fin de semana no es precisamente el más indicado para pasar todo el día en casa. Seguro que sus hijos y su mujer iban a querer ver el desfile de barcos por el río, hacer un paseo por el parque en plena ebullición... ufff.
Mientras pensaba en todo esto, su mal humor le iba atrapando silenciosamente, haciéndolo desaparecer de todo espacio y tiempo, como en un sueño profundo. El despertar fue abrupto. Una de las rejillas del paso peatonal en el puerto estaba levantada y tropezó con ella. Fue una décima de segundo, un acto reflejo para agarrarse a la barandilla, lo suficiente para hacer las veces de discóbolo y lanzar su flamante Ipad al rio, mientras todos lo veían girar como si de un disco de playa se tratase.
Tras tres segundos interminables el pseudo platillo volante amenizó en el agua, cerca de la ribera, flotando como una barcaza más. Él pensó que no todo estaba perdido y saltó de tres en tres los escalones que bajaban desde el puente a la zona de amarre de los barcos. Estaba justo detrás de dos pequeños botes, reposando aún sobre el agua tintada en verde. Dio un salto y puso un pie en cada uno de los botes. La sonrisa de verse tan cerca del rescate se vio truncada cuando las olas generadas por el movimiento de los botes hicieron que el Ipad oscilara hasta ponerse casi vertical y comenzara justo después a sumergirse en picado como aquella escena mítica de la película "Titanic".
Sus ojos se inyectaron en sangre, su corazón quería estallar, su furia era desmedida y él no estaba en absoluto dispuesto a rendirse; así que se lanzó al río con la idea de recuperar su preciado botín.
A pesar de la poca profundidad, la suciedad del río y el tinte aplicado al agua ese día hacían la búsqueda infructuosa. Él no salía a flote, sabiendo que si perdía un segundo más sería demasiado tarde para su objetivo. Siguió girando sin poder vislumbrar ni un brillo de su tesoro mientras apuraba aún más sus pulmones, que ya comenzaban a pedirle un poco de oxígeno fresco.
Mientras apretaba los dientes sabiendo que debía subir a respirar comenzó a notar cierto mareo por la falta de oxígeno y el exceso de tensión arterial, totalmente desbocada por la rabia. Dio dos brazadas desesperadas a la superficie, pero en lugar del cielo de Chicago encontró con su cráneo el fondo de uno de los botes en los que se había apoyado antes y que ahora vagaban a la deriva.
Con el último volumen de oxígeno que pudo mantenerle vivo creyó ver como su añorado Ipad volvía a sus manos, nadando grácilmente, pero no, no era más que una carpa de río plantada frente a él, mirándolo fíjamente, estática.
Le pareció ver, moribundo ya, que la carpa se encogía de hombros, como preguntándole cómo era posible que fuera tan terriblemente estúpido, pero posiblemente esa fue otra alucinación... la última.

1 comentario: