martes, 29 de marzo de 2011

... piscina de cocodrilos

Un día, en una fiesta de un famoso millonario, de repente se paró la música y el anfitrión se dirigió al escenario donde la orquesta amenizaba la velada. Dijo a los asistentes:
- Hola a todos amigos, os tengo que decir que he decidido dar toda mi fortuna, todas mis propiedades y todos mis barcos. Mi vida ha sido larga, provechosa, pero creo que es hora de ceder el testigo y hacer que alguien más joven viva una vida llena de posibilidades. Una vida provechosa.
- Pero esa concesión no será gratuita -siguió diciendo. Para conseguirla, será necesario que uno de ustedes consiga atravesar de punta a punta esa piscina que ven al final del jardín. Por favor, acérquense todos a ella.
- Esa piscina que ven está llena de cocodrilos hambrientos. Quien consiga ir de una punta a la otra, salvando la dificultad de los cocodrilos, habrá demostrado su arrojo, su pericia y su capacidad de superar dificultades, tal como hice yo en mi vida a lo largo de estos años, y será merecedor de mi fortuna.
Se hizo un profundo silencio entre los asistentes, que en ese momento ya rodeaban todos la piscina, con mucho cuidado de no asomarse demasiado, pero viendo claramente los cocodrilos atravesar de lado a lado una y otra vez, pero nada ocurría... y pasaron unos minutos.
De pronto, alguien con su traje se lanzó repentinamente a la piscina desde uno de los extremos. Comenzó a nadar y los cocodrilos se avalanzaron sobre él. Luchó, se movió lo más rápidamente que pudo, esquivando a los cocodrilos, apoyándose en sus lomos para impulsarse aún más... sintiendo como sus colmillos a veces conseguían destrozar trozos de su traje de gala. Siguió peleando, sumergiéndose y luego emergiendo con fuerza, apartándose a los cocodrilos, hasta que consiguió llegar al otro extremo y salir extenuado de la piscina. La ovación de todos los asistentes sólo era comparable a sus gestos de profunda admiración por la hazaña. El millonario le hizo gestos para subir con él al escenario, y él, aún jadeando y cubierto por una toalla que le acababan de dar, subió al mismo.
- Ha sido impresionante -dijo el millonario-, es usted digno merecedor de toda mi fortuna. Dígame, ¿ cuándo quiere que hagamos el traspaso de mis propiedades a su nombre?
- Si le digo la verdad, no sabría muy bien que hacer con tantas mansiones, soy una persona humilde y vivo tranquilo en mi casa, me siento feliz y no necesito nada más grande ni lujoso - contesto el  aún exhausto vencedor.
- Está bien caballero, en ese caso: ¿A qué cuenta quiere que destine toda mi fortuna? -le consultó el millonario.
- No se preocupe, tengo un buen trabajo y no necesito más dinero, si le parece bien, déselo a otro, yo no lo quiero -dijo de nuevo el héroe de aquella velada.
- Me tiene usted impresionado por su postura filantrópica tras haber realizado tanto sacrificio - contestó el millonario. De todas maneras, dígame al menos ¿Dónde debo amarrar toda la flota de barcos que ahora le cedo?
- Disculpe si esto le ofende, pues no es mi intención, pero realmente no querría sus barcos. Soy hombre que con una puesta de sol desde una costa cualquiera siente la mayor de las alegrías, y prefiero seguir disfrutándolo de esta manera. Lo otro sería demasiado, no me sentiría yo mismo- contestó de nuevo el intrépido nadador.
- Está bien -contestó el millonario anfitrión. Entiendo que quizá no he sabido ofrecerle algo para lo que su valía merece, pero un hombre como usted, después de tamaña hazaña deseará alguna cosa. ¿Dígame por favor, ¿cuál es su mayor deseo?, ¿qué es lo que más quiere?

- Me encantaría saber quien ha sido el hijo de puta que me ha empujado a la piscina.

Moraleja: Algunas veces para darnos cuenta de todas nuestras tremendas capacidades necesitamos un empujoncito, aunque venga a veces de un hijo de puta.




(fotografia de podestecuenta.blogspot.com)

1 comentario: