domingo, 16 de mayo de 2010

...carrera matinal

La luz de las farolas va marcando el camino de un juego rítmico alternando con la oscuridad que provocan los árboles. Al fondo, otra calle más, desierta. El sonido de la cadencia de tu pisada se acopla ritmicamente con la presión que provocan los latidos del corazón. Una lluvia que parece seleccionada para la ocasión, suave, tenue; refresca prácticamente sin mojar. Miras al frente sin ver nada, sólo el objetivo que tienes en tu interior.
Toca acelerar, aprietas los  brazos, relajas la mandíbula y tratas de seguir respirando más y más. El cuerpo hoy reacciona suave, dinámico, como un reloj bien engranado. Aceleras aún más.
El sudor recorre la frente mientras abre un surco caliente entre la fina capa de gotas que la lluvia se encargó de depositar en la cara. El corazón late fuerte, el aliento se entrecorta, aparece una sonrisa porque las piernas siguen respondiendo.
El amanecer comienza a saludar, y las farolas, obedientes, ceden el espacio de luz a los primeros colores del alba. El agua aún acaricia, el dolor no llega, sólo algún vehículo rompiendo la sinfonía de pasos y jadeos.
Libertad, alegría. Recuerdos para ella que siempre está ahí, haciéndote volar, creyendo en ti.
Tiempo de recuperar, de volver al cuerpo a su estado inicial, de reposar en la mente todo lo vivido. De saludar un nuevo día empapado en agua, sudor y felicidad.

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