domingo, 16 de mayo de 2010

...mi barrio

Mi barrio de niñez era un barrio obrero de hace ya treinta años (años 70). Grupos de casas salpicadas por solares sin construir, calles cosidas de cables de electricidad en un pentagrama desordenado. Ningún parque de recreo, ninguna pista deportiva; sólo alguna zona con escombros de los alrededores, y calles donde los coches casi pedían permiso por ir pasando...sólo de vez en cuando.
En ese barrio cualquier casa era la casa de todos, cualquier madre era la madre de todos. Si dos chicos se peleaban, llegaba una de las madres, hablaba con los dos, cogía a su hijo y le pegaba un azote con la mano en el culo, luego se iba por el otro chico, y le daba otro. La madre de éste cuando su hijo llegaba a casa diciendo "la madre de Pedrito me ha pegado" le contestaba con calma: "algo habrás hecho", y la vida continuaba.
También mi barrio encerraba grandes secretos: cada calle albergaba un gran estadio, el Bernabeu, el Nou Camp...sólo hacia falta tres o cuatro amigos y unas piedras en el suelo haciendo de portería. Cuando el partido empezaba, hasta algunos coches esperaban a que acabara la jugada para pasar.
Había farolas saliendo de las fachadas de las casas, formando un pequeño cuadro donde algunos emulábamos a nuestras estrellas de baloncesto, imaginando que esa farola se convertía en un foco y una canasta de esas de la tele, de esas con el tablero de cristal.
En aquel barrio, a las 4 de la tarde, todos los niños de la calle nos reuníamos en una casa para ver los dibujos animados, en la única casa con televisión a color. Una aventura maravillosa cada día.
Ahora, no paro más de una semana en ningún lugar, me despierto pensando en qué ciudad estoy. La agenda me marca el paso y el reloj de arena que dosifica mi vida parece como si se hubiera agujereado por abajo...fluye a un ritmo incontrolable.
Cuando parece que todo no es lo que era, cuando la vida me endurece o cuando me hace sentir que ya no pertenezco a nada de esto, aterrizo en mi ciudad. Salgo a la calle y doy un paseo. Llego a casa de mi abuela y me quedo mirando la fachada con aquella farola saliendo todavía de ella. Los vellos se erizan, el corazón se acelera, retumban las gradas y un niño pequeño bordea la acera con una pelota pequeña de goma. Él sólo siente el tacto de un balón de baloncesto y sólo pisa el parquet de un inmenso palacio de deportes. El tiempo detenido y una sonrisa soñadora en su cara. La misma sonrisa de este otro chico con canas que revive la escena en su imaginación, en su calle, en su Barrio.
Todos pertenecemos a algún lugar, el mío me recuerda que no soy tan bueno ni tan malo, tan duro ni tan blando. No soy un fracaso ni tampoco una estrella...sólo soy una persona que nació disfrutando de lo poco, de la familia, los amigos, el respeto y sobre todo la alegría y la imaginación.

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