martes, 3 de mayo de 2011

...así amanece

Resplandece el frontal del estadio de atletismo como un abanico dorado y me da los buenos días. Algunas sombras rezagadas se despiden de la noche y se ocultan tras los resquicios. Las avenidas van retirando el toldo de nubes como las calles del casco antiguo tras un día caluroso y dejan por fin, allí donde el asfalto se funde con la arena de la playa, aparecer un imberbe cielo azul.
Un instante infinito
Al otro lado, la montaña cambia de tonalidad, aún acariciada por  nubes bajas que van terminando su misión de impregnar la mañana de rocío. Huele a montaña. El mar aún no susurra al viento con su olor a salitre y deja un momento de gloria a esa sierra confidente, compañera y cómplice. Aquella que cierra filas en torno a una ciudad árabe de nacimiento y cosmopolita en su madurez. Aquella que defiende de tormentas, rascando  nimboestratos hasta hacerlos llorar de risa, para que lleguen exhaustos a la costa y no impregnen de agua dulce el territorio natural del agua con sabor a sal.
La luz sigue llegando con rayos de pincel, transformando el gris en impresionismo con pinceladas sacadas del mismo Van Gogh, haciendo de la ladera una obra de arte perecedera, margaritas, como sus inmortales girasoles.
Sabina mientras recita poesía con acompañamiento de tango, transporta brevemente al Rio de la Plata hasta que el sol de nuevo inflama la retina y te saca de un sueño para sumergirte en una realidad de ensueño. Despierta la naturaleza y todo, un día más, late de nuevo. Él día que el pecado original expulsó al hombre del paraíso, Dios debió pensar que había que mantener un pedazo para dar fe de su existencia, allí donde la memoria ya hiciera olvidar que una vez existió. Ese pedazo lo dejó aquí. Ahora la mañana lo ilumina e insufla esperanzas a un corazón desencantado de la raza humana. Si el paraíso está tan cerca, quizá también la salvación. Así amanece en Málaga.

Foto de : www.pentaxeros. com

No hay comentarios:

Publicar un comentario