miércoles, 21 de julio de 2010

...todo controlado

Aquella mañana le dijeron que todo estaba controlado. Llegó en un 4x4 lo más cerca que pudo de la orilla y antes de bajar se colocó, con cara de hastío, unas botas de goma negras y resguardó dentro de ellas sus pantalones.
Oteó el horizonte y pudo ver nítidamente aquella línea donde el cielo se fundía con el mar; más nítidamente que nunca. El mar era una inmensa mancha negra.
Se fue hasta el puesto de operaciones, con mucho cuidado pues todo ese petroleo del suelo podría mancharle el traje con alguna salpicadura. Allí estuvo viendo que finalmente al fuga se había controlado. Revisó nuevamente los datos, costes, equipos, días, y los tradujo en millones de dólares. Ya sabía que lo peor para él había pasado. En pocos días los periódicos de todo el mundo, todas las radios y televisiones mirarían para otro lado y el acoso cesaría. Ahí quedaría libre para negociar con el gobierno, recordar sus aportaciones a los partidos políticos, lobbies y otras instituciones; y la imposibilidad de mantenerlas si tuviera que asumir el coste total de la catástrofe. Habría un acuerdo con correctivo de cara a la galería y subida de precios encubierta para retornarlo.Una sonrisa de satisfacción parecía evadirlo del desastre que tenía frente a él.
De vuelta al coche tropezó con algo. Miró hacia abajo y vio un ave enterrada en petroleo. Con una patada la trató de apartar de su camino, pero el ave no se movió un milímetro;tampoco su pie, que quedó atascado. Intentó empujar con la otra pierna pero perdió el equilibrio y calló de rodillas. Miró hacia atrás y vio como el ave, con ojos inertes pero abiertos  y cubiertos de alquitrán parecía tener una mueca diferente, agresiva, vengativa. Intentó empujarlo de nuevo para quitarse esa visión incómoda que golpeaba su conciencia pero sus rodillas deslizaron hasta caer boca abajo en el lodo negro.
El olor era insufrible. Animales en descomposición en un lago de petroleo. Allí donde antes había una arena dorada y un mar azul.
Comenzó a marearse, sus brazos y piernas luchaban en el lodo, pero lo único que conseguía era hundirse más. Poco antes de perder el conocimiento hizo un último esfuerzo y levantó la mirada buscando a su chofer. Estaba dentro del coche, inmóvil, mirándolo impasiblemente. Ahí sintió que todo se estaba acabando, que su oportunidad había pasado. Una vida de elecciones tomadas a su favor, pero contra el resto. Una justa venganza de todo aquello que profanó. La naturaleza, pura e infalible, una vez mas dictó sentencia castigando a aquellos que un día dejaron de entender que son parte de ella.

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