viernes, 21 de enero de 2011

...ilusión

No sé encontrar las palabras para definirte, ni como cambiaste tanto mi vida en tan poco tiempo, pero si puedo al menos intentar expresar aquellas situaciones donde te reconozco, donde te veo fuera de mí. Porque tú no me perteneces, ni eres propiedad de nadie, eres universal y sólo hay que encontrar la manera de que te hospedes en cada uno de nosotros y formes parte de nuestro caminar.
Estás en ese niño que espera en la cola del circo, que sueña despierto con aquello que verá. También en esa madre, que nunca estuvo más feliz porque su barriga creciera, que jamás una fecha le significaría tanta felicidad. Te gusta aparecer en casa de esa abuela que sabe que al menos por cumplir y llevarse el regalito que ella les tiene preparado, sus nietos y bisnietos pasaran hoy a saludarla. Sueles repartirte entre aquellos que dentro de un cuerpo como el de todos albergan ideas de cambiar el mundo, de convertirlo en algo más parecido a lo que fue de joven, antes de que le obligáramos a madurar mal. Te escondes detrás de esa mirada joven en la que se refleja un tren del que bajará alguien a quién ella prestó su corazón, mientras el momento de encontrarse de nuevo llegaba. Iluminas la sonrisa de esos peques calvitos, enfermos, compañeros de cuarto de hospital, cuando una persona detrás de una nariz roja y un gorro raído y mal acoplado les hace dos tonterías y les dice suavemente que si siguen sonriendo, pronto saldrán. Dentro de ese payaso de tardes frías de hospital sí que estás.
Estás ahí, siempre ahí, diciéndome al oído que esta vez te quedas, que no me abandonarás. Yo luego te contesto que he aprendido a encontrarte, renovarte, seguirte en mi caminar. Que estoy tan agradecido que en todo el tiempo que aún queda intentaré hacerles ver a los demás que una vez que te hospedas en ellos la vida continúa de manera diferente, como la aventura a la que se enfrenta esos dos niños que acaban de encontrar una caja de cartón con la que jugar.

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