
El miedo termina en ese momento donde uno no teme que algo tan bueno se pueda acabar. Es él último miedo. Ese que queda cuando todos los demás perdieron su sitio expulsados por la armonía y la felicidad. Cuando ya todo lo bueno copa cada momento, sólo le falta recoger al miedo a que todo acabe; hacer las maletas y salir también por la puerta de atrás. No me quedan miedos morando en la casa de mi felicidad. Alguno que pasa por fuera de vez en cuando se asoma a mi ventana y golpea despacito, pero yo le sonrío y le invito a caminar... a seguir buscando alguien que lo quiera cobijar. La felicidad no se puede vivir dudando de su fecha de caducidad. Es ese miedo es que termina pudriéndola pues cualquier atisbo de sabor amargo nos lleva a justificar que llegó el momento de tirarla y no tomarla más. La felicidad es atemporal. ES. Miro las gaviotas, esa arena dorada de las playas de Estoril una mañana cualquiera y me pregunto por qué hacía solo media hora me costaba tanto despertar para venir aquí a trotar. Seguro que alguno de esos miedos convenció a la pereza y quisieron librarme de esta oportunidad. No me puedo creer que si quiera pudiera dudar levantarme viendo ahora mismo este espectáculo de la naturaleza. No pienses tanto, no pienses cómo es posible que estés tan bien y cuándo se acabará. Siente el latido del corazón, siente la vida que te da, siente que ahora mismo nada puede hacerte daño...sigue dando pasos y disfrutando...
(fotografía de flickr.com "la puesta de sol de europa")
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