lunes, 12 de abril de 2010

…los guiris

Los guiris llegan a Andalucía y se vuelven locos. Al menos eso es lo que parece a los ojos de los que estamos allí. Se van a la playa, se embadurnan en crema bronceadora (¿?) para al final pasar todo el día tostándose al sol (eso no lo resiste ni la crema bronceadora, ni el escudo antimisiles de los Estados Unidos). ¿El resultado? Un rojo intenso que los hace indistinguibles en una ronda de reconocimiento de la policía si los pones al lado de una gamba, un langostino y un bogavante.
¿Exagerar? (Yo también lo hago pero estoy justificado por andaluz). Seguro que si, pero quizá podríamos ponernos en su lugar. Cuando uno lleva esperando doce meses la llegada de las tres semanas en el paraíso, el sol, la brisa del mar, la escapatoria de la vida real hacia un paréntesis de relax, toda exageración resulta comprensible.
Yo, desde esta semana, los entiendo aún más. Estoy trabajando fuera de España, rodeado de nieve. No estoy de vacaciones, ni siquiera brilla el sol. Tampoco es Navidad para que todo en mi mente tomara más sentido. Es un día más de trabajo en un decorado muy especial. Todo lo idílico que ofrece la ventana se transforma en frío polar al cruzar la puerta…pero no importa. Con gusto me tiraría en una montaña de nieve, corretearía entre los árboles de copas blancas. Me pondría tumbado en la nieve esperando a que los copos que caen me entierren totalmente, haría un muñeco, lanzaría bolas…vamos, lo que sería ponerme rojo como una gamba si fuera un alemán en las playas de Cádiz. En el fondo no somos tan diferentes…eso si, sigo quedándome con el serranito frente a la hamburguesa.

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