lunes, 12 de abril de 2010

…soluciones

Las soluciones son de muchos tipos. Las hay geniales, esas cuya simplicidad casi absurda sorprende a cualquier mortal, salvo aquellos con la habilidad de encontrar el camino donde el resto sólo percibe un tupido laberinto.
Las hay complicadas, aquellas que, en sí, resultan más difíciles que el mismo problema.
Las hay temporales, como aquella clave pirata de modem Wifi, antes de que el vecino se de cuenta del inquilino que cobija sin derecho de pernada ni recompensa alternativa. De fugaz felicidad.
Las hay escépticas, aquellas que a casi nadie les parece una solución, hasta que todos caen rendidos a la evidencia.
Las hay agradables, son aquellas en que la satisfacción de la resolución es comparable a la que provocó el camino para lograrla.
Cuando arrancas con una solución, cuando tú mismo o alguien marca el proceso para conseguir resolver un problema, tendemos instintivamente a calificarla, es posible que en muchos más apartados incluso de los que ahora hemos considerado.
Cuidado con eso. No todas las soluciones simples son geniales. A veces no lo parecen, porque se plantean como las agradables, y el subconsciente, cómodo, pensando en el disfrute hasta le puede dar la categoría de genial. Cuando la simplicidad desaparece con el paso del tiempo y se van convirtiendo en complicadas, pasan rápidamente a escépticas, y muchas veces acaban en poco menos que temporales; y eso con suerte.
Muchas veces la constancia, y como en tantas otras cosas, él no hacer valoraciones previas, es el único camino para dar con la solución.

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